Navego entre géneros y medios, encontrándome y perdiéndome, como una ballena que cruza el mar en busca de calor y alimento, amor y sustento.
Las semillas y las flores de lo escrito están desperdigadas por la web y archivos almacenados en cuadernos, la mayoría solo leídos por el polvo, algunos otros vistos o escuchados por mis cercanos, los más solo han cruzado mis ojos y mis labios, me han acompañado, comprendido o emocionado.
El expulsar las voces que llevo en mi cabeza es un hobbie, una necesidad, una vocación o una terquedad, compartida con millones a lo largo de la historia, de las hojas, los blogs, las redes sociales y los pódcast.
Algunos tenemos la necesidad de contar, entendemos narrando nuestras historias o lo que imaginamos a nosotros y a los demás, antes bibliotecarios hoy adictos al internet, o al arte multimedia, buscamos todos historias para consolarnos, comprendernos, ayudarnos y aligerar el peso de esta existencia que nos agobia y nos condena a una soledad eterna, japonesa, que va pegada a la existencia.
El vacío siempre ha existido en forma de tristeza, de dolor, de necesidad, de desamparo existencial o espiritual y el arte es la forma más sutil de llenarlo, tengo el arca llena de melancólica alegría, de emociones que suben y que bajan de forma cíclica y arcaica.
Soy en el fondo un poeta, en la forma un camaleón, en la letra una expresión que busca el amor, la comprensión de su entorno exterior e interior, que se tira de espaldas hacia el mar esperando lo lleve a algún lugar.
Mi irrazonado llego hasta la playa, con sus lágrimas se unió a la eternidad, evoco a la continuidad y se fue hacia el sol blanco, hacia lo único que veía en el espacio.
Aquí estoy yo a mis cuarenta y siete años frente al mediterráneo comprendiendo lo que espero sea la mitad de mi vida.
Debatiéndome entre mis letras.
Intentando darles un cauce.
Ordenar lo que he sido, escrito.
Busco a mi artista dividido e intento comprender su proceso.
El devenir ecléctico de su pasión sin freno.
Su aferrado verso que se interpone siempre a sus pensamientos, que lo acompaña como una caricia o un veneno tanto en sus alegrías, como en sus comprensiones, expresiones y lamentos.
Se pregunta siempre quién es y duda de quién está siendo, porque sabe lo fútil que es esto, que seguirá sin importar si alguien lo lee, que lo hace, porque le nace, porque sabe, porque debe, así es y así ha sido siempre.
«El incomprendido a sí mismo se comprende y sabe lo que tiene mientras está presente»*
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